BIENVENIDOS A ESTE RINCÓN POÉTICO

"Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol- en verano- y se calla". A. González.



En esa tranquilidad os invito a acompañarme en este paseo literario que todos juntos vamos creando.







miércoles, 30 de junio de 2010

JUSTO EL TREINTAIUNO. JUAN CARLOS ONETTI



Cuando toda la ciudad supo que había llegado por fin la medianoche yo estaba, solo y casi a oscuras, mirando el río y la luz del faro desde la frescura de la ventana mientras fumaba y volvía a empeñarme en buscar un recuerdo que me emocionara, un motivo para compadecerme y hacer reproches al mundo, contemplar con algún odio excitante las luces de la ciudad que avanzaban a mi izquierda.

Había terminado temprano el dibujo de los dos niños en pijama que se asombraban matinalmente ante la invasión de caballos, muñecas, autos y monopatines sobre sus zapatos y la chimenea. De acuerdo con lo convenido, había copiado las figuras de un aviso publicado en Companion. Lo más difícil fue la expresión babosa de los padres espiando desde una cortina y abstenerme de usar el carmín para cruzar el dibujo con letras peludas de pincel de marta: "Biba la felisidá".

Pero en cambio pude dedicar los cuarenta minutos que me separaban del año nuevo, de mi cumpleaños y del prometido regreso de Frieda pintando en letras verdes un nuevo cartelito para el cuarto de baño. El viejo estaba desteñido, salpicado, con manchas de jabón y dentífrico. Además había sido hecho con letras cursivas y espantosas, con esa caligrafía que se emplea en las tablitas que cuelgan los cretinos en las paredes: casa chica, corazón grande, bienvenidos, barco joven capitán viejo.

Había comprado para Frieda un regalo que la estaba esperando, envuelto en papel celeste, junto a su vaso, a la botella de caña, al platito con frutas abrillantadas, turrón y nueces, en el lugar de la mesa que ella acostumbraba ocupar. También le había comprado un toscano y un paquete de hojas de afeitar para que se cortara el pelo. Aunque hacía pocos meses que vivíamos juntos estos regalos eran tradicionales para los aniversarios que respetábamos o inventábamos. Ella los agradecía con insultos de obscenidad asombrosa, a veces convincentes, prometía venganzas, terminaba siempre aceptando mi buena voluntad, mi estima y mi comprensión descuidada. Sus regalos, en cambio, eran empleos, formas de ganar poco dinero, artilugios para que yo olvidara que estaba viviendo del suyo.

Los sábados de noche, cuando había mucha gente, cuando empezaba a estar borracha, Frieda iba a sentarse en el inodoro y durante minutos o cuartos de hora, mientra no fuera nadie a buscarla, se estaba casi inmóvil, con las bombachas en las rodillas, cortándose con una hojita de afeitar, con avaricia, el pelo que le cubría la frente, mirando con sus ojos alerta de pájaro el cartelito clavado entre el botiquín y la pileta, el mismo que yo estaba renovando para sorprenderla, los versos de Baudelaire que dicen: "Gracias, Dios mío por no haberme hecho mujer, ni negro ni judío ni perro ni petizo". Nadie que usara el inodoro podía alejarse sin haberlos rezado.

Pero en aquella víspera de año nuevo habíamos querido -o nos habíamos envuelto en mentiras hasta comprometernos-estar solos e intentar sentirnos felices. Ella había jurado dejarlo todo, alumnas de baile, clientas del taller de vestidos, proposiciones inesperadas, para estar sola conmigo antes de la medianoche. Yo no tenía muchas cosas que dejar para corresponder: en la noche de fin de año alguien, alguna, de la tribu siniestra se dedicaría a contemplar hasta el alba las oscilaciones de la cabeza del viejo.

No era la felicidad pero era el menor esfuerzo. Frieda llegaría, pero no llegó, antes del año nuevo. Comeríamos algo y nos dedicaríamos, expertos, demorando las cosas para no estropearlas, a emborracharnos: yo haría preguntas de interés fingido para animarla a repetir el monólogo sobre su infancia y su adolescencia en Santa María, la historia de su expulsión, las carrichosas, variables evocaciones del paraíso perdido.

Tal vez, al final de la noche, hiciéramos el amor en la cama grande, la alfombra del primer cuarto o en el balcón. A mí me daría lo mismo hacerlo o no; pero nunca había conocido a una mujer tan capacitada para seguir sorprendiendo, tan dispuesta a confesarse. Cuando se le ocurría acostarse conmigo y la borrachera la obligaba a conversar, era como poseer a decenas de mujeres y saber de ellas. Tal vez, además, aceptara celebrar el año nuevo colocándose de espaldas al piso o al colchón.

Estaba fumando y bebiendo con mucha agua, en la ventana, cuando empezaron a sonar las bocinas y los tiros. Me era imposible ocuparme de mí; de modo que pensé en María Eugenia y en Seoane mi hijo, me esforcé en sufrir y en acusarme, recordé anécdotas que nada lograban significar.

Todo, simplemente, había sido o era así, de tal manera, aunque acaso fuera de otra, aunque cada persona imaginable pudiera dar una versión distinta. Y yo, definitivamente, no sólo no podía ser compadecido sino que ni siquiera resultaba creíble. Los demás existían y yo los miraba vivir, y el amor que les dedicaba no era más que la aplicación de mi amor por la vida.

Ya se habían olvidado en Montevideo de la medianoehe. Las luces del lado de Ramírez comenzaban a ralear y ya estarían las parejas del baile en el Parque Hotel yendo y viniendo de la arena, cuando empezó de veras el a­o nuevo. Algún tamboril de negro volvió a sonar, profundo, solitario, no vencido, en las proximidades del cuartel, e hizo confusas las palabras.

Pero reconocía la voz de Frieda, insegura, entregándose. perdiendo la energía. Gritó "Himmel" y yo crucé el departamento, bajé sin ruido unos peldaños de la escalera de ladrillos, a oscuras, que llevaba al jardín y a la entrada.

Allí no había más luz que la que llegaba, diluida, del Proa. Pero pude verla, bien plantada entre dos canteros secos, atlética, balanceando su vigor, mientras un aborto de padres tuberculosos, negruzco y con polleras, con la cabeza fantásticamente agrandada por una iornada de trabajo de un peluquero barato, le decía: "porque a mí, guacha, porque si te creíste que me vas a tomar para la farra. Porque si andás conmigo no andás con nadie más". Le golpeaba la cara con la mano y Frieda se dejaba; luego empezó a pegarle con la cartera, metódica y sin descanso.

Me senté en un peldaño y encendí un cigarrillo. "Frieda puede aplastarla con solo mover un brazo -pensé-. Frieda puede hacerla llegar al río con solo una patada".

Pero Frieda había elegido empezar así el año: con las manos en las nalgas, exagerando la anchura de los hombros del traje sastre, dejándose pegar y gozándolo, contestando a los carterazos con sus roncos "Himmel" que parecían sonar para pedir más golpes.

Cuando la inmundicia se cansó de pegar, lloraron las dos y salieron del jardín a la calle. Las vi detenerse, jadeantes, y caminar después abrazadas. Entonces subí para prender todas las luces y ofrecerle a Frieda una buena recepción de año nuevo.

La tuve bajo el lujo de la lámpara de pie, o solo ella estuvo allí, en el sillón, con su pelo rubio, tapándole la frente, la boca torcida en vicio y amargura, la ceja derecha alzada como siempre y curvándose ahora sobre un ojo amoratado. Con los labios partidos y sangrantes que no quiso curarse, me obligó a entrar en el año nuevo hablando de Santa María. Su familia la había echado de allí y le giraba dinero todos los meses porque desde los catorce años ella se había dedicado a emborracharse y a practicar el escándalo y el amor con todos los sexos previstos por la sabiduría divina.

Digo esto en homenaje a ella, que se mostraba más católica cada domingo y que me llenaba cada sábado, cada madrugada de sábado, el departamento-pagado por ella- de mujeres cada vez más viejas, asombrosas y abyectas. Habló de su infancia provinciana y de su familia de junkers, absolutamente culpable de que ahora, en Montevideo, ella no tuviera más camino que emborracharse y reiterar el escándalo y el crapuloso amor. Habló hasta la madrugada de ese primero de enero, de desencuentros y culpas ajenas, borracha desde antes de llegar, acariciándose el ojo casi cerrado del todo, disfrutando del dolor de los labios partidos e hinchados.

-Me pareció-dijo. sonriendo-no vas a creerme, me pareció que estaba Seoane en la esquina.

-¿A estas horas? Además, hubiera subido a verme.

-A lo mejor no vino para verte.

-Sí, querida-dije.

-No para visitarte. Tal vez para espiar la casa por si salías o entrabas.

-Puede ser-asentí, porque no me gustaba hablar de Seoane con Frieda y tal vez con nadie.

Hablaba, como todas las mujeres, de una Frieda ideal, se admiraba del triunfo incesante de la injusticia y la incomprensión, buscaba, ofrecía culpables sin odiarlos.

No dijo nada de la repugnancia inexplicable que le había estado golpeando la cara con la cartera. Yo ya estaba acostumbrado a su necesidad de traerse amantes cada vez más sucias y baratas. Como el tiempo carece de importancia, como la simultaneidad es un detalle que depende de los caprichos de la memoria, me era fácil evocar noches en que el departamento donde Frieda me permitía vivir estaba poblado por numerosas mujeres que ella se había traído de la calle, de bares del puerto, del Victoria Plaza. Las hubo hermosas y bien vestidas, con pocas joyas, con ajorcas, con trajes oscuros completados por perlas.

Pero en los últimos tiempos abundaron las mestizas insolentes y sucias, las malas palabras, los cigarrillos quemándose colgados de la boca. Con frecuencia, los diálogos enconados me impedían dormir y saltaba de la cama y recorría el departamento mordiendo un cigarrillo como una ramita de olivo, desplazándome con trabajo entre las mujeres en cuclillas, sentadas sobre la mesa, abiertas en el diván, arrodilladas en la cocina, cambiándose en el cuarto de baño, recibiendo el sol o la luna en las baldosas coloradas del balcón.

-Herrera pagó -dijo Frieda-. Hizo bien, así empieza mejor el año y tal vez le traiga suerte.

Los billetes habían caído de mi pecho a la mesa. Los levanté sin aflojar la goma que los rodeaba; eran de cien pesos.

-¿Pagó todo? -pregunté.

Frieda se puso a reír y después se chupó el labio partido.

-Dame un trago y un pucho. Esa pobre atorranta. Pero es tan lindo dejar y dejar, que te hagan lo que quieran, que ni sospechan siquiera quien sos vos. Dejar hasta que de pronto a alguien se le ocurre que se acabó y entonces uno deja de soportar y de tener placer en dejarse y hace con todas las ganas y la felicidad del mundo la barbaridad más grande. En revancha; y no por orgullo ni por ganas de desquitarse, sino porque de pronto el placer consiste en pegar y no en dejarse golpear. ¿Si?

-Entiendo-dije. La escuchaba haciendo bailar sobre mi mano el cilindro de billetes.

-¿Me vas a ayudar? Cuando llegue el momento, digo, si llega.

-Claro. Me guardé el dinero en el bolsillo del pantalón, llené un vaso de caña y se lo di, le puse un cigarrillo en la boca y le acerqué un fósforo. -Cuando quieras. ¿Pagó o no? Quiero decir, ¿pagó todo y para siempre?

Frieda se incorporó con un ataque de risa y se dejó caer de costado salpicando el piso con la baba.

-Creo que esa sucia...-se apretó las costillas y puso después una cara infantil para escuchar lo que iba quedando de la noche-. Que esa perra inmunda me dio un rodillazo en el vientre. No es nada. Sí, pagó todo. Yo le dije que era la última cuota. No sé si es cierto, no sé si dentro de una semana, cuando esté jugando con los hijos y los regalos de Reyes no me aparezco para pedirle más dinero. Y no me importa el dinero de Herrera. Ya ves, ya te lo guardaste. Me importa joderlo, esa es mi relación con él y tendrá que seguir así.

-Frieda-dije en voz muy alta. Se removió en el sillón y terminó por levantar la cabeza. Estaba borracha, tenía la sonrisa de niña, empezaban a caerle las lágrimas. Puse el dinero sobre la mesa, cuidando que no rodara. Está mal. Hay que dar por terminado el asunto de Herrera.

Se encogió de hombros y me estuvo mirando como si me quisiera, con una sonrisa tan triste y asombrada, mientras movía perezosa la lengua para tocarse las lágrimas.

-Como quieras-dijo-. Dame otro trago, vamos a festejar el año.

domingo, 27 de junio de 2010

VISTA CANSADA, ÚLTIMO LUIS GARCIA MONTERO




VISTA CANSADA, ULTIMO GARCIA MONTERO
(Joaquín Sabina)

I]

Como un niño que ha visto demasiado,
como un sabio que pierde la cabeza,
viaja de la raíz a la corteza
sin dar lo non venido por pasado.
Regala serventesios al contado,
vacuna con diptongos mi pereza,
parece que levita cuando reza
las aleluyas del enamorado.
Primogénito primus interpares,
comunista y demócrata pagano
entre el Real Madrid y Llamazares.
Licenciado en tormentas de verano,
especialista en fuegos malabares,
qué verso al portador tan primo hermano.

II]

Vista cansada que a soñar ayuda,
dulce agüero de pájaro con pico
de oro que me salva del perico
cuando la nube negra me desnuda.
Por el Paseo de los tristes duda
entre el norte y la corte del rey chico,
andaluz como Alberti y Federico
como Machado, Juan Ramón, Cernuda.
Hombro donde apoyar la madrugada,
suspiro nazarí que me subleva
contra esos dioses que perdonan nada.
Tribuno de los siervos de la gleba,
mientras le pongas letra a mi balada
conmigo vas, mi corazón te lleva.

viernes, 25 de junio de 2010

GRADUACIÓN LAS SALINAS 2010

4º ESO A-B


4º ESO C


2º BACH TEC


2º BACH CIENCIAS SOCIALES


¡ LO CONSEGUIMOS!
El miércoles 23 de junio celebramos en la Casa de la Cultura de Seseña Nuevo la fiesta de Graduación de nuestros alumnos de 4º ESO y de 2º BACHILLERATO.
Era un momento esperado por todos: padres, alumnos y profesores. Después de mucho esfuerzo vemos cómo ha valido la pena seguir todo el trayecto.
La graduación estuvo llena de sorpresas. La presentación corrió a cargo de antiguos alumnos de nuestro centro: Nerea, Vanessa, Carlos, Tatiana, Ricardo, Fernando y Nuria. Estos chicos dejaron sus exámenes finales de la Universidad para hacernos un hueco.




Los alumnos de 1º Bachillerato actuaron y bailaron para todos nosotros organizados por los profesores de Educación Física : Héctor y Jesús. Sus bailes y coreografías están a la altura de grandes profesionales, y ya lo demuestran con sus resultados en los Juegos de la Juventud de Castilla -La Mancha.





También dimos los premios a los ganadores del concuro literario de nuestro centro.

David Sánchez, alumno de 2º Bach. Tecnológico y nuestro Tamariz particular, nos sorprendió con sus actuaciones de magia y nos dejó con ganas de descubrir sus trucos con las cartas. Nos encanta ver cómo todos tenemos diferentes facetas que van enriqueciendo nuestras vidas.


De hecho, aquí os dejo una demostración de lo que David es capaz de hacer con las cartas. Le deseamos mucho futuro en esto de la magia.


Alumnas de 2ºBach. de Ciencias Sociales prepararon una presentación de vídeo donde se recogían los momentos más emotivos de nuestro curso escolar. ( está colgado en la intranet del centro, y espero poder colgarlo aquí).

Doy las gracias a todos por su trabajo, por su empeño en que salgan las cosas y por su ayuda . Sin ella no hubiéramos podido hacerla.

Esta ya es la 4º promoción de Bachillerato de Las Salinas y confiamos en que sigamos mucho tiempo graduando a todos aquellos que se van haciendo un hueco en la sociedad.

GRACIAS A TODOS.

jueves, 24 de junio de 2010

LA NOCHE DE SAN JUAN


La noche de San Juan

El poniente impecable en esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave como un sauzal está la noche.
Rojos chisporrotean
los remolinos de las bruscas hogueras;
leña sacrificada
que se desangra en altas llamaradas,
bandera viva y ciega travesura.
La sombra es apacible como una lejanía;
hoy las calles recuerdan
que fueron campo un día.
Toda la santa noche la soledad rezando
su rosario de estrellas desparramadas.

Jorge Luis Borges
Fervor de Buenos Aires (1923)

SUBEN AL CIELO . GUILLERMO GÜEMES 2º ESO




Cuando se van ya luego nunca vuelven.
Cada día llueve en tu interior, hay una angustia que te puede.
Tienes ganas de irte con esa persona,
no te confíes, que la vida da vueltas inesperadas.
Sé que es duro perder a alguien cercano, pero ya no está.
Ya no está contigo y tienes que aceptarlo.
Después de haberlo compartido la vida es injusta.
Hay un tiempo limitado para cada alma que se ajusta
al conformismo de un pasado, un presente y un futuro.
Cada estrella es alguien que te observa desde un muro
creado de la nada de un todo.
Recuerdos hacen de tus libros una imagen viva y sólo
vivirá en tus recuerdos si así lo deseas.
Ríe, llora, grita todo lo que quieras,
es verdad, todo lo bueno poco dura.
Se van las almas al cielo, yo contigo también muero.
Vuelo hacia un lugar que soñé encontrar en todos mis sueños.
LLoro por algo que no volverá jamás, lo he asumido.
Recuerdos cada noche que no quieren ser olvido
y he vivido con gran parte de la culpa.
La lluvia cae sobre mis lágrimas, me siento bien cuando se juntan.

martes, 22 de junio de 2010

PENSAMIENTOS DE SARAMAGO




PENSAR, PENSAR

Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte.

Revista del Expresso, Portugal (entrevista), 11 de octubre de 2008

LIBROS

Empezar a leer fue para mí como entrar en un bosque por primera vez y encontrarme de pronto con todos los árboles, todas las flores, todos los pájaros. Cuando haces eso, lo que te deslumbra es el conjunto. No dices: me gusta este árbol más que los demás. No, cada libro en que entraba lo tomaba como algo único.

lunes, 21 de junio de 2010

ODA AL VERANO



ODA AL VERANO DE PABLO NERUDA

Verano, violín rojo,
nube clara,
un zumbido
de sierra
o de cigarra
te precede,
el cielo
abovedado,
liso, luciente como
un ojo,
y bajo su mirada,
verano,
pez del cielo
infinito,
élitro lisonjero,
perezoso
letargo
barriguita
de abeja,
sol endiablado,
sol terrible y paterno,
sudoroso
como un buey trabajando,
sol seco
en la cabeza
como un inesperado
garrotoazo,
sol de la sed
andando
por la arena,
verano,
mar desierto,
el minero
de azufre
se llena
se llena
de sudor amarillo,
el aviador
recorre
rayo a rayo
el sol celeste,
sudor
negro
resbala
de la frente
a los ojos
en la mina
de Lota,
el minero
se restriega
la frente
negra,
arden
las sementeras,
cruje
el trigo,
insectos
azules
buscan
sombra,
tocan
la frescura,
sumergen
la cabeza
en un diamante.

Oh verano
abundante,
carro
de
manzanas
maduras,
boca
de fresa
en la verdura, labios
de ciruela salvaje,
caminos
de suave polvo
encima del polvo,
mediodía,
tambor
de cobre rojo,
y en la tarde
descansa
el fuego,
el aire
hace bailar
el trébol, entra
en la usina desierta,
sube
una estrella
fresca
por el cielo
sombrío,
crepita
sin quemarse
la noche
del verano.

viernes, 18 de junio de 2010

HOMENAJE A JOSÉ SARAMAGO



HOY, VIERNES 18 DE JUNIO NOS HA DEJADO JOSÉ SARAMAGO. PREMIO NOBLE DE LITERATURA Y UNA DE LAS PLUMAS MÁS BRILLANTES DE NUESTRO TIEMPO. Escritor portugués, pero afincado en España, ha sabido ser siempre un ejemplo de destreza literaria y de compormiso personal y social.
En una entrevista concedida con motivo de la presentación de sus memorias explicaba así: «Mi problema en relación con la muerte y por tanto con el tiempo, dado que éste conduce de la mano hasta la muerte, no es tanto por el hecho de morir. Para mí, lo verdaderamente dramático es que estabas y ya no estás. Parece una obviedad, pero yo lo siento así, lo veo así: estabas y ya no estás». Ya no está, pero vivió una vida plena y deja un legado extraordinario.

Resulta curioso cómo la muerte es inflexible incluso con quien se imaginó cómo podría ser un mundo sin ella. Os dejo una reseña de uno de sus últimos libros para acercaros un poco su prosa.

Desde aquí le brindamos un homenaje. ¡SIEMPRE CON NOSOTROS!




José Saramago nos trae un libro que nos atrapará desde su comienzo. Y el porqué es bastante sencillo. Lo interesante es la propuesta que nos hace llegar: un mundo sin muerte. O mejor dicho, un país.
De eso se trata “Las intermitencias de la muerte“. Seremos testigos de una maravilla nunca antes vista, un milagro dirán algunos. Un país entero sin muerte. Así comienza la historia, cuando de repente un 1º de enero, simplemente nadie muere. Con el correr de los días, y el constante vacío de los obituarios en los periódicos, ya no quedan dudas. No era una simple casualidad o buena fortuna del pueblo del país que Saramago no nos quiere decir su nombre (aunque deja pistas).

En un principio, todo es felicidad en el territorio afectado por la extraña circunstancia. Luego, veremos la decadencia y el caos porque claro, por ejemplo, los hospitales y hogares de la tercera edad se saturarán a más no poder. Las funerarias se quedarán sin trabajo, y ¿quién contratará un seguro de vida sabiendo que es imposible morir? Pues otra industria en la ruina. Y no nos olvidemos de las familias de los “vivos no tan vivos” (es importante aclarar que pese a no estar muertos, los que deberían estarlo no gozan de una salud privilegiada precisamente), quienes deben “soportar” a sus parientes quienes milagrosamente aún respiran el mismo aire que ellos.
En fin, veremos cómo se desarrolla la obra, siempre girando sobre este tema y sus repercusiones.

Todo el libro tiene el toque inconfundible de su autor, el escritor portugués José Saramago. Nos otorga todo lo necesario para muchas reflexiones personales a lo largo del relato.
Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1998, se destacan sus obras: Ensayo sobre la ceguera, Ensayo sobre la lucidez, El hombre duplicado, El año de la muerte de Ricardo Reis y De este mundo y el otro.

jueves, 17 de junio de 2010

PASA EL TIEMPO



Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso, disolviéndome
en el aire cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños Yo comprendo:
he vivido un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!
Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

Ángel González

LA NOCHE



Todos hemos llegado, a esta hora,
al final indistinto de otro día.

Igual que las columnas de los templos turísticos,
igual que las antenas
que cubren la ciudad, permanecemos
de frente ante la noche,
fatigados de luz y de trabajo.

Alguno se dispone a la lectura
de una nueva novela o de unos versos
de geométricas metáforas
y algún otro recorre el laberinto
de intriga y de ambición que es nuestra Historia
en alguna costosa enciclopedia
ilustrada con gráficos y fotos
de holocaustos modernos.

En la penumbra tersa y repentina,
habrá quien se apresure a celebrar
el espejismo frágil de otro cuerpo
conmovido y hierático,
desnudo como el agua,
que el tiempo arañará con garra firme.

Alguien escribirá una carta inútil,
traicionada sin duda
por esos enemigos poderosos
de la expresividad: los adjetivos
que intentan transmitir la esencia íntegra
del dolor verdadero.

Alguno invocará su paz con ansiolíticos
y algún otro será
el solitario alquimista del sexo de los ángeles
en la galaxia virtual de las cabinas porno,
absorto y sorprendido como un niño.

Alguien colocará explosivos redentores
en nombre de una raza y su bandera
y algún otro abrirá la puerta helada
del infierno acordado con él mismo.

En esquemáticos apartamentos de alquiler,
hay quien hace reír y quien llorar
a seres temerosos que miran las estrellas
o las luces en línea de aeropuertos lejanos.

Alguno sueña ya con los piratas
heroicos y feroces de una infancia inmortal
y muchos tejerán las pesadillas
barrocas que conciben los adultos
con visionarios fallos de guión.

Todos hemos llegado al final de otro día.

Y cada cual se dispone a proseguir
su más secreto rumbo
por el túnel salvaje de la noche.

domingo, 13 de junio de 2010

LA PALABRA QUE DECIMOS



CANCIÓN DONDE SE EXPLICA, BIEN EXPLICADO, QUE AL PRONUNCIAR UNA SOLA PALABRA PUEDES HACER TU BIOGRAFÍA

A Dámaso Alonso

La palabra que decimos
viene de lejos,
y no tiene definición,
tiene argumento.

Cuando dices: nunca,
cuando dices: bueno,
estás contando tu historia
sin saberlo.


Luis Rosales

sábado, 12 de junio de 2010

UN DÍA MÁS. ADRIAN CERVERA 2º BACH TEC

Un día más...
Amanece un nuevo día, uno como otro cualquiera, una cálida mano acaricia mi cara, consigo distinguir una sonrisa en la cara de un bella chica, se acerca a mi oído sin dejar de ensimismare con su hipnótica sonrisa y me susurra, otro precioso día que despierto a tu lado cariño...
Se aparta, y me mira fijamente a los ojos, decido besarla a pesar de que ni siquiera la reconozco...
Suena el despertador, abro los ojos y me incorporo en la cama, otro día más que tengo el mismo sueño...
¿Tanto necesito que alguien llegue a quererme?
En fin... tampoco tengo tiempo para pararme a pensar en ello.
Es un día más, como otro cualquiera... Sale el sol, suena el despertador, mi familia se levanta y yo sigo sintiendo esa sensación de vacío dentro de mi pecho...
Nada cambia, me dispongo a darme mi ducha de por las mañanas, selecciono la ropa que llevaré hoy, y abro el grifo.
En lo que se va calentando el agua, me miro al espejo... ¿qué ocurre? sólo veo tristeza... intento esbozar una sonrisa, pero no lo consigo... ¿Cuál es mi problema?
El agua ya estaba caliente, intento no divagar más en mis pensamientos, o perdería de nuevo el autobús...
Pero es inútil, bajo el cálido y relajante chorro que mana del grifo, comienzo a evadirme en mi mente... De repente, esa chica de nuevo, con la que sueño cada noche... ¿Quién es?,
¿qué hace en mi cabeza?,
¿existe?... ¡Qué importa...¡ si existiera no me atrevería ni a dirigirle la palabra, una chica tan bella, tan cariñosa... y sobre todo que deseara levantarse conmigo cada mañana... (No es que me considere una persona fea, o inaguantable... es sólo que las únicas mujeres que se fijan en mí... sólo buscan un lio, no hay amor, no dan calor, no hay nada de afectuoso en ello... está vacío... casi tan vacío como mi corazón.)

Salgo de la ducha, me lavo los dientes y me dispongo a coger mis cosas y salir hacia la parada de mi autobús.

Mientras bajo las escaleras, me cruzo con mi madre, me da algo de dinero para almorzar, y me despido con un beso en la mejilla.

LLegué a tiempo, en la parada me topé con mi amiga, Paula. Siempre tan alegre y enérgica, ¿Cómo lo hará para estar todas las mañanas así de contenta...? llevo años intentando descubrirlo)

-(Xero)¡Buenos días¡
-(Paula) Holaaa! ¿qué tal ayer?, ¿te sirvieron mis apuntes?

El día anterior Paula me había dejado unos apuntes de informática, se le da genial (casi como todas las asignaturas) pero en ésta, es en la que más destaca. Yo sin embarg, soy bastante torpe con este mundillo...)

-(Xero) Sí, espero aprobar el examen del viernes.
ótienes que llamarme y en 10 min estaré en tu casa.

Se quedó mirándome con una sonrisa, lo cual me hizo divagar en mi mundo de nuevo...
Esa chica de mi sueño… ¡Dios ... era perfecta¡
De pronto me cambia la cara... pasa de una cara adormilada a una realmente triste.

-(Paula) ¿Qué te pasa Xero? tienes una cara que no me gusta nada, ¡Con lo guapo que estás cuando sonríes!

-(Xero) No es nada, es sólo... bueno olvídalo.

<<¿Qué me pasa?, que me he enamorado de una chica inexistente, y no me saco de la cabeza esa increíble sonrisa...
Es muy triste y deprimente el no tener a nadie de quien enamorarte, ninguna chica de mi clase, ni de por los alrededores despertaba nada en mí. Pero sin embargo, me enamoro de una chica que aparece en un sueño... tan real y tan ficticio...>>

-(Paula) Por favor Xero, sabes que a mí no puedes engañarme.¡ Nos conocemos de hace más de 4 años¡ Sé que me lo vas a contar en el autobús de camino a clase, así que, no te esfuerces en ocultarlo.

-(Xero) Tienes razón, así que no insistas, hasta que no venga el autobús no te diré nada, hehe.

Como siempre esta chica termina sacándome una sonrisa. No sé qué haría sin ella... y cómo no, ¡tenía razón¡ El autobús llegó casi al instante de terminar mi frase, y ella se me quedó de nuevo, mirándome a los ojos, sonriéndome.
Subimos al autobús, y le conté todo a Paula... el resto del día, Bueno... eso para otro día. Quizás...

martes, 8 de junio de 2010

A QUIEN LE PUEDA INTERESAR




Que otros hagan aún
el gran poema
los libros unitarios
las rotundas
obras que sean espejo
de armonía

A mí sólo me importa
el testimonio
del momento que pasa
las palabras
que dicta en su fluir
el tiempo en vuelo

La poesía que busco
es como un diario
en donde no hay proyecto ni medida

domingo, 6 de junio de 2010

EL ROSTRO DEL ASESINO. DANIEL HERRAN 4º ESO

— Gracias— Dijo el hombre al pasar, mientras el guardia cerraba la puerta de la celda. Sus lujosas vestimentas contrastaban con aquel oscuro y apestoso antro. En las tétricas sombras un bulto mal iluminado se hallaba al fondo, pegado a la pared, al lado de un camastro. El preso estaba cubierto por un camisón sucio y raído, que alguna vez fue blanco. Un pelo y unas barbas morenas, revueltas y enmarañadas lucían la misma higiene que la lana que cubría su cuerpo. El desaliñado recluso no levantó siquiera la cabeza para ver a su visitante.
Los pasos del recién llegado resonaron en las paredes de fría piedra, al tiempo que se acercaba con precaución al encarcelado. Pese al temor de un ataque de éste, se imponía en su interior la prepotencia y superioridad que sentía hacia aquel hombre; superior en casta, mejor en logros y habilidades, más rico y poderoso... y más fuerte que un desnutrido deshecho humano. Dio un último tranco cuando se encontraba a poca distancia del preso, ahora más sumido en la oscuridad al alejarse de la antorcha que alumbraba el pasillo de afuera. Las rejas de la celda arrojaban una ondeante sombra hasta que caían en la penumbra y, más adelante, las engullían las tinieblas que inundaban la estancia.
— Buenos días, Sir Déndelar— Saludó con sorna el visitante. El aludido inclinó ligeramente hacia atrás la cabeza y le dirigió una mirada nublada a través de los mechones de su enmarañado cabello. Quizá como preguntándole si era de día; bajo tierra no se veía el Sol—. ¿Se siente a gusto siendo huésped de tan amables anfitriones?— Preguntó, con una cuestión cargada de su veracidad, con palabras rebosantes de ira y resquemor mal disimulados. El recluso lo observó directamente y luego agachó la cabeza, soltando un suspiro de impotencia. El llegado se vio visiblemente afectado al ser ignorado. Si hubiese iluminación mayor que un vano espectro de luz, se habría observado como temblaba su rostro de furia. Sus ojos se clavaban en el hombre que miraba el suelo a sus pies, joven y sometido a un envejecimiento acelerado por la falta de luz solar, ejercicio y buena alimentación. Tendría alrededor de su edad, pero él se veía bien apuesto y lustroso con ropas caras y modernas, y cuidados estéticos innovadores—. ¿Sabes? Tuviste una realmente buena suerte de acabar aquí, yo te habría procurado otro destino si de mis manos dependiese...
— Pero no dependió— Replicó Déndelar, sin levantar la vista—. Y yo no lo llamaría suerte, las leyes no se escribieron justo antes de mi llegada a juicio, noble Téhor.— El visitante lo miró más iracundo todavía, si es que era posible. Cerró los puños y apretó los dientes para poder controlar su rabia. Debía dominar su carácter, un error sería fatal, envidiaría al malnacido que se encontraba ante él.
— Las leyes de mi país son atajo de sandeces, ¡cualquiera evade la justicia!— Borbotó Téhor.
— Pues creo que recibí una justicia que a muchos y más inocentes que yo se les negó. No me importa pagar esta pena, aunque estamos de acuerdo en que sí se puede evadir la justicia— El recluso hablaba con calma, y sus palabras en buen tono dañaban al noble más profundamente que unos gritos carentes de sentido—. Pero sí es cierto que en mi nación me habrían recibido de una forma muy distinta.
— Sí, esos perros de Kanderna te habrían elogiado como un héroe por todas vuestras tierras. Bueno, no sé si decir vuestras es ya correcto...— Déndeler alzó la cabeza y le dirigió una sombría mirada, con ningún deseo caritativo ni de bien. El noble vislumbraría sus facciones o imaginaría su reacción y dibujó una satisfecha sonrisa en el rostro. Levantó una mano y se rascó la recortada barba—. Aún no comprendo cómo dejan a un vil asesino con vida, aunque sea en estas condiciones— Prosiguió Téhor—. La suerte la tuviste al escapar del lugar en el que mataste y ser encontrado días más tarde por el simple cuerpo de guardia de un pequeño pueblo. No eres más que una alimaña, un rufián con el alma pútrida.
Una ligera risa salió de la garganta del preso al oír las palabras de su visitante, inundadas de odio y rencor. Levantó las manos, que se vieron débiles y blanquecinas en la luz lejana que salvaba la penumbra, y se apartó el cabello de los ojos. Su rostro empezaba a demacrarse, se le hundían las mejillas y se le afilaban los pómulos y el mentón. Unas amoratadas ojeras circundaban en torno a unos negros ojos, y su tez era más pálida que sus manos. Miró fijamente a la figura en tinieblas que se levantaba ante él. Apenas vislumbraba un frío brillo de furia en los ojos de Téhor.
El otro observó las depresiones de la carne en la faz del Sir con negra alegría y oscuro júbilo. La vida pasaba lentamente en aquella oscuridad, mientras la soledad y la falta de luz desgastaban la carne y el espíritu. Pocos sobrevivían en aquel lugar, solían morir de pena y melancolía, otros se suicidaban. Pero los que moraban hasta el fin de sus días, por una muerte natural, eran los más desgraciados; atacados por el vacío del lugar, que les anegaba el interior y les mataba los corazones.
— Sí, es cierto que lo soy, ya somos dos con sangre de asesino en esta celda— El latigazo de la voz del recluso golpeó con fuerza al noble, y el mensaje que traía se le clavó en lo más hondo de su ser. Una sangre furibunda inundó su cuerpo e incendió su mente.
— ¡¿Qué dices, malnacido?!— Saltó Téhor—. ¡Puedo procurarte tal sufrimiento que me agradecerías tu muerte, y ni siquiera debería mancharme las manos! ¡Vuelve a insultar mi estirpe y desearás vivir en este antro por la Eternidad!
Una ligera sonrisa se dibujó en el desventurado rostro del preso.
— Apuesto a que ni siquiera te importaría mi existencia si no hubiera acabado con la vida del que fue— Los ataques de Déndeler se endurecían, hiriendo al visitante más que un millar de flechas. La sonrisa no se borraba de su rostro, y el noble cada vez estaba más furioso. Le temblaban los carrillos y se le tensaban los brazos.
— Maldito...— Susurró Téhor. El encarcelado continuó hablando, fustigando la furia de su visitante:
— Sí, yo maté a un hombre, a uno sólo... ¿Pero a cuántos mató él? ¿Cuántas mujeres? ¿Cuántos niños? ¡¿Cuántas personas sucumbieron ante él?!— La dureza de la verdad fortalecía las palabras del Sir recluso y salpicaban el alma del hombre que escuchaba. Éste estaba inmóvil, pero con el cuerpo tembloroso. Sus ojos tanto se hincaban en la faz de su rostro que parecían ausentes—. ¿Expansión de tierras? ¿Recuperar prestigio y honor invadiendo? ¿Paldath era superior a Kanderna y debía someterla? ¡Mentiras! ¡Patrañas! ¡¡Excusas!!— La voz de Déndeler se elevaba, retumbando en las paredes con la fuerza del trueno, mientras el noble escuchaba encogido ante la veracidad y el poder de lo que decía—. ¡¡Tu padre los mató a todos!! ¡Sus ejércitos, los del rey y los demás nobles asaltaron nuestras tierras! ¡Aniquilaron a nuestros soldados, mataron a hombres y niños, violaron a nuestras mujeres! ¡¡Actos atroces y bárbaros maquillados con falacias de honor y gloria!! ¡Tan sólo vinisteis a vertir un mar de sangre para arrebatarnos nuestras tierras y pertenencias, y someter a nuestro pueblo bajo vuestro yugo!— El preso calló un momento, jadeante, para dar más fortaleza a sus palabras con un leve silencio. Téhor empezaba a sudar copiosamente, sus sienes brillaban húmedas en la insuficiente luz—. ¡Y tu padre encabezo la invasión, mientras los demás miserables de la nobleza le prestaban a sus hombres y acomodaban su trasero en sus ostentosos castillos y palacios!
— Eso es...
— ¡Eso es cierto!— Le cortó el Déndeler—. ¡Tu habla vacilante y tu lengua mentirosa no hacen más que darle la razón a mis verdades!
El alto tono del preso, que reverberaba en las paredes no parecía oírse fuera de la celda. Ningún grito de él o del visitante habían alertado a los carceleros, así que el noble supuso que no los oirían donde estuviesen.
— Sí... tu padre hizo migajas mi país, y ahora sólo hay unos pocos rebeldes, dispersados por las tierras que nos pertenecían— Déndeler hablaba ahora en un tono normal, casi como contando un secreto—. Pero hizo algo nefasto. Sí, Olenon hizo algo nefasto para sí mismo:
» Al llegar el ejército invasor como una plaga de langostas, arrasando todo a su paso, a Sarlass, la capital, atacó personalmente a cada casa noble de la ciudad. En una de las familias de la nobleza menor, acabó con el padre, cabeza de la casa, su mujer, y uno de sus dos hijos. Su error fue dejarme vivo—. Déndeler se apoyó mejor en la pared de piedra, recostando la espalda y mirando a los ojos a Téhor. El noble apretaba la mandíbula y mostraba los dientes, que no se veían en la oscuridad. El encarcelado observó con tranquilidad como los músculos de éste temblaban, casi palpando su furia en el ambiente.
— Como te atreves...— Murmuró el visitante en un murmullo rugiente, luchando contra sí mismo por controlarse.
— Me imagino que la historia ya la conocías, y de hace mucho— Dijo el recluso, como si mantuviese un diálogo completamente normal—. Y sabías los verdaderos intereses de la guerra. Y las vilezas de tu padre y tus nobles, que a buen seguro compartís. Es algo insensato hacer un acto como invadir un país de una manera injusta, acabar con tantos inocentes y no esperar que los supervivientes buscarán venganza.
— ¡Como te atreves, maldito!— El noble comenzó a explotar, incapaz de sostenerse.— ¡Malnacido! ¡¡Era mi padre!!— Con un grito de odio, Téhor se abalanzó contra Déndaler. En apenas un instante cayó sobre él, y el hombre no pudo resistirse. El forcejeo del preso de nada valía, pues estaba débil y sin fuerzas. La ira brillaba en los ojos del visitante, y el rencor nadaba en su encendida sangre. La mirada tranquila, casi alentadora, esperanzada, del preso se encontró con la de su atacante, mientras las manos de éste encontraban su garganta y la oprimían con toda su fuerza.
Sobre el encarcelado, el noble se hallaba sentado en su vientre, mientras sus pulgares apretaban la nuez del huesudo cuello del hombre. Éste parecía no hacer acto de salvarse. Sus raquíticas manos parecían posarse en los fornidos antebrazos de Téhor. Las energías abandonaban al recluso, a la vez que el noble apretaba el mortal abrazo de sus manos. Sus pupilas iban perdiendo el brillo de la vida, mientras una mueca feroz lucía en el rostro de Téhor. Hasta que un último suspiro exhaló de los labios de Déndaler.
El visitante se levantó, mirándose las manos y la obra que había realizado. Caminó hacia atrás, chocando con la reja. “Qué he hecho...”, pensó, mirándose las palmas. Unos pasos a su espalda anunciaron la llegada del carcelero. ¡En Paldath el asesinato en superioridad de condiciones se castigaba con la muerte, fuese quien fuese el autor!
— ¿Aún está ahí tirado?— Preguntó al llegar el guardia, abriendo la puerta. Con un escueto “sí”, el noble Téhor pasó por su lado y caminó hacia la salida, con la antorcha del pasillo iluminando su sudoroso rostro.

LUIS GARCIA MONTERO EN LA FERIA DEL LIBRO



DOMINGO 6 DE JUNIO. FERIA DEL LIBRO

Hace un sol espléndido.La Feria del Libro está llena de paseantes con sus bolsas de papel donde guardan los libros adquiridos esta mañana. Puestos de helados y hombres vestidos de libro conforman lo que supone un domingo de la Feria. El Retiro está precioso y, además, corre un poquito de aire que hace la jornada muy apacible. Luis García Montero está firmando libros en la caseta nº 176.
Le debía una despedida. El día que estuvo en Seseña todo se hizo tan rápido...
Como siempre tiene cola en su caseta para poder hablar con él. NO ha hecho falta llegar porque nos ha reconocido en seguida. Se ha quitado las gafas, esas gafas que se desmontan separando los dos cristales, que tanto os sorprendieron. Entonces una sonrisa, un guiño, un saludo a los peques, un "me encantó estar con vosotros", una dedicatoria muy afectiva, un ofrecimiento para cualquier favor venidero... han hecho que el domingo brille con luz propia.
Las cámaras de televisión le estaban esperando. Él las ha atendido como quien se preocupa de un amigo que se acerca. La cola seguía creciendo... Una sonrisa y un apurar el helado mañanero nos han alejado de nuestro poeta. La llamada sorpresa de un amigo sorprendiéndonos en el lugar de encuentro convierten aún más el momento en poesía.

Los paseantes siguen a su ritmo. Se oye un violín a lo lejos y los niños ríen al ver un globo de Bob Esponja. Las gafas de sol esconden gratitud y tranquilidad.

La Feria está ahí llena de emoción. 2010 también se llenó de poesía. Gracias de nuevo Luis por todo.

sábado, 5 de junio de 2010

NOCHES DEL MES DE JUNIO



A Luis Cernuda

Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.

Eran las noches incurables
y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.

Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó
Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.

Jaime Gil de Biedma

martes, 1 de junio de 2010

NANAS DE LA CEBOLLA MIGUEL HERNÁNDEZ



Nanas de la cebolla
[Poema: Texto completo]
Miguel Hernández

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
 
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