BIENVENIDOS A ESTE RINCÓN POÉTICO

"Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol- en verano- y se calla". A. González.



En esa tranquilidad os invito a acompañarme en este paseo literario que todos juntos vamos creando.







domingo, 13 de junio de 2010

LA PALABRA QUE DECIMOS



CANCIÓN DONDE SE EXPLICA, BIEN EXPLICADO, QUE AL PRONUNCIAR UNA SOLA PALABRA PUEDES HACER TU BIOGRAFÍA

A Dámaso Alonso

La palabra que decimos
viene de lejos,
y no tiene definición,
tiene argumento.

Cuando dices: nunca,
cuando dices: bueno,
estás contando tu historia
sin saberlo.


Luis Rosales

sábado, 12 de junio de 2010

UN DÍA MÁS. ADRIAN CERVERA 2º BACH TEC

Un día más...
Amanece un nuevo día, uno como otro cualquiera, una cálida mano acaricia mi cara, consigo distinguir una sonrisa en la cara de un bella chica, se acerca a mi oído sin dejar de ensimismare con su hipnótica sonrisa y me susurra, otro precioso día que despierto a tu lado cariño...
Se aparta, y me mira fijamente a los ojos, decido besarla a pesar de que ni siquiera la reconozco...
Suena el despertador, abro los ojos y me incorporo en la cama, otro día más que tengo el mismo sueño...
¿Tanto necesito que alguien llegue a quererme?
En fin... tampoco tengo tiempo para pararme a pensar en ello.
Es un día más, como otro cualquiera... Sale el sol, suena el despertador, mi familia se levanta y yo sigo sintiendo esa sensación de vacío dentro de mi pecho...
Nada cambia, me dispongo a darme mi ducha de por las mañanas, selecciono la ropa que llevaré hoy, y abro el grifo.
En lo que se va calentando el agua, me miro al espejo... ¿qué ocurre? sólo veo tristeza... intento esbozar una sonrisa, pero no lo consigo... ¿Cuál es mi problema?
El agua ya estaba caliente, intento no divagar más en mis pensamientos, o perdería de nuevo el autobús...
Pero es inútil, bajo el cálido y relajante chorro que mana del grifo, comienzo a evadirme en mi mente... De repente, esa chica de nuevo, con la que sueño cada noche... ¿Quién es?,
¿qué hace en mi cabeza?,
¿existe?... ¡Qué importa...¡ si existiera no me atrevería ni a dirigirle la palabra, una chica tan bella, tan cariñosa... y sobre todo que deseara levantarse conmigo cada mañana... (No es que me considere una persona fea, o inaguantable... es sólo que las únicas mujeres que se fijan en mí... sólo buscan un lio, no hay amor, no dan calor, no hay nada de afectuoso en ello... está vacío... casi tan vacío como mi corazón.)

Salgo de la ducha, me lavo los dientes y me dispongo a coger mis cosas y salir hacia la parada de mi autobús.

Mientras bajo las escaleras, me cruzo con mi madre, me da algo de dinero para almorzar, y me despido con un beso en la mejilla.

LLegué a tiempo, en la parada me topé con mi amiga, Paula. Siempre tan alegre y enérgica, ¿Cómo lo hará para estar todas las mañanas así de contenta...? llevo años intentando descubrirlo)

-(Xero)¡Buenos días¡
-(Paula) Holaaa! ¿qué tal ayer?, ¿te sirvieron mis apuntes?

El día anterior Paula me había dejado unos apuntes de informática, se le da genial (casi como todas las asignaturas) pero en ésta, es en la que más destaca. Yo sin embarg, soy bastante torpe con este mundillo...)

-(Xero) Sí, espero aprobar el examen del viernes.
ótienes que llamarme y en 10 min estaré en tu casa.

Se quedó mirándome con una sonrisa, lo cual me hizo divagar en mi mundo de nuevo...
Esa chica de mi sueño… ¡Dios ... era perfecta¡
De pronto me cambia la cara... pasa de una cara adormilada a una realmente triste.

-(Paula) ¿Qué te pasa Xero? tienes una cara que no me gusta nada, ¡Con lo guapo que estás cuando sonríes!

-(Xero) No es nada, es sólo... bueno olvídalo.

<<¿Qué me pasa?, que me he enamorado de una chica inexistente, y no me saco de la cabeza esa increíble sonrisa...
Es muy triste y deprimente el no tener a nadie de quien enamorarte, ninguna chica de mi clase, ni de por los alrededores despertaba nada en mí. Pero sin embargo, me enamoro de una chica que aparece en un sueño... tan real y tan ficticio...>>

-(Paula) Por favor Xero, sabes que a mí no puedes engañarme.¡ Nos conocemos de hace más de 4 años¡ Sé que me lo vas a contar en el autobús de camino a clase, así que, no te esfuerces en ocultarlo.

-(Xero) Tienes razón, así que no insistas, hasta que no venga el autobús no te diré nada, hehe.

Como siempre esta chica termina sacándome una sonrisa. No sé qué haría sin ella... y cómo no, ¡tenía razón¡ El autobús llegó casi al instante de terminar mi frase, y ella se me quedó de nuevo, mirándome a los ojos, sonriéndome.
Subimos al autobús, y le conté todo a Paula... el resto del día, Bueno... eso para otro día. Quizás...

martes, 8 de junio de 2010

A QUIEN LE PUEDA INTERESAR




Que otros hagan aún
el gran poema
los libros unitarios
las rotundas
obras que sean espejo
de armonía

A mí sólo me importa
el testimonio
del momento que pasa
las palabras
que dicta en su fluir
el tiempo en vuelo

La poesía que busco
es como un diario
en donde no hay proyecto ni medida

domingo, 6 de junio de 2010

EL ROSTRO DEL ASESINO. DANIEL HERRAN 4º ESO

— Gracias— Dijo el hombre al pasar, mientras el guardia cerraba la puerta de la celda. Sus lujosas vestimentas contrastaban con aquel oscuro y apestoso antro. En las tétricas sombras un bulto mal iluminado se hallaba al fondo, pegado a la pared, al lado de un camastro. El preso estaba cubierto por un camisón sucio y raído, que alguna vez fue blanco. Un pelo y unas barbas morenas, revueltas y enmarañadas lucían la misma higiene que la lana que cubría su cuerpo. El desaliñado recluso no levantó siquiera la cabeza para ver a su visitante.
Los pasos del recién llegado resonaron en las paredes de fría piedra, al tiempo que se acercaba con precaución al encarcelado. Pese al temor de un ataque de éste, se imponía en su interior la prepotencia y superioridad que sentía hacia aquel hombre; superior en casta, mejor en logros y habilidades, más rico y poderoso... y más fuerte que un desnutrido deshecho humano. Dio un último tranco cuando se encontraba a poca distancia del preso, ahora más sumido en la oscuridad al alejarse de la antorcha que alumbraba el pasillo de afuera. Las rejas de la celda arrojaban una ondeante sombra hasta que caían en la penumbra y, más adelante, las engullían las tinieblas que inundaban la estancia.
— Buenos días, Sir Déndelar— Saludó con sorna el visitante. El aludido inclinó ligeramente hacia atrás la cabeza y le dirigió una mirada nublada a través de los mechones de su enmarañado cabello. Quizá como preguntándole si era de día; bajo tierra no se veía el Sol—. ¿Se siente a gusto siendo huésped de tan amables anfitriones?— Preguntó, con una cuestión cargada de su veracidad, con palabras rebosantes de ira y resquemor mal disimulados. El recluso lo observó directamente y luego agachó la cabeza, soltando un suspiro de impotencia. El llegado se vio visiblemente afectado al ser ignorado. Si hubiese iluminación mayor que un vano espectro de luz, se habría observado como temblaba su rostro de furia. Sus ojos se clavaban en el hombre que miraba el suelo a sus pies, joven y sometido a un envejecimiento acelerado por la falta de luz solar, ejercicio y buena alimentación. Tendría alrededor de su edad, pero él se veía bien apuesto y lustroso con ropas caras y modernas, y cuidados estéticos innovadores—. ¿Sabes? Tuviste una realmente buena suerte de acabar aquí, yo te habría procurado otro destino si de mis manos dependiese...
— Pero no dependió— Replicó Déndelar, sin levantar la vista—. Y yo no lo llamaría suerte, las leyes no se escribieron justo antes de mi llegada a juicio, noble Téhor.— El visitante lo miró más iracundo todavía, si es que era posible. Cerró los puños y apretó los dientes para poder controlar su rabia. Debía dominar su carácter, un error sería fatal, envidiaría al malnacido que se encontraba ante él.
— Las leyes de mi país son atajo de sandeces, ¡cualquiera evade la justicia!— Borbotó Téhor.
— Pues creo que recibí una justicia que a muchos y más inocentes que yo se les negó. No me importa pagar esta pena, aunque estamos de acuerdo en que sí se puede evadir la justicia— El recluso hablaba con calma, y sus palabras en buen tono dañaban al noble más profundamente que unos gritos carentes de sentido—. Pero sí es cierto que en mi nación me habrían recibido de una forma muy distinta.
— Sí, esos perros de Kanderna te habrían elogiado como un héroe por todas vuestras tierras. Bueno, no sé si decir vuestras es ya correcto...— Déndeler alzó la cabeza y le dirigió una sombría mirada, con ningún deseo caritativo ni de bien. El noble vislumbraría sus facciones o imaginaría su reacción y dibujó una satisfecha sonrisa en el rostro. Levantó una mano y se rascó la recortada barba—. Aún no comprendo cómo dejan a un vil asesino con vida, aunque sea en estas condiciones— Prosiguió Téhor—. La suerte la tuviste al escapar del lugar en el que mataste y ser encontrado días más tarde por el simple cuerpo de guardia de un pequeño pueblo. No eres más que una alimaña, un rufián con el alma pútrida.
Una ligera risa salió de la garganta del preso al oír las palabras de su visitante, inundadas de odio y rencor. Levantó las manos, que se vieron débiles y blanquecinas en la luz lejana que salvaba la penumbra, y se apartó el cabello de los ojos. Su rostro empezaba a demacrarse, se le hundían las mejillas y se le afilaban los pómulos y el mentón. Unas amoratadas ojeras circundaban en torno a unos negros ojos, y su tez era más pálida que sus manos. Miró fijamente a la figura en tinieblas que se levantaba ante él. Apenas vislumbraba un frío brillo de furia en los ojos de Téhor.
El otro observó las depresiones de la carne en la faz del Sir con negra alegría y oscuro júbilo. La vida pasaba lentamente en aquella oscuridad, mientras la soledad y la falta de luz desgastaban la carne y el espíritu. Pocos sobrevivían en aquel lugar, solían morir de pena y melancolía, otros se suicidaban. Pero los que moraban hasta el fin de sus días, por una muerte natural, eran los más desgraciados; atacados por el vacío del lugar, que les anegaba el interior y les mataba los corazones.
— Sí, es cierto que lo soy, ya somos dos con sangre de asesino en esta celda— El latigazo de la voz del recluso golpeó con fuerza al noble, y el mensaje que traía se le clavó en lo más hondo de su ser. Una sangre furibunda inundó su cuerpo e incendió su mente.
— ¡¿Qué dices, malnacido?!— Saltó Téhor—. ¡Puedo procurarte tal sufrimiento que me agradecerías tu muerte, y ni siquiera debería mancharme las manos! ¡Vuelve a insultar mi estirpe y desearás vivir en este antro por la Eternidad!
Una ligera sonrisa se dibujó en el desventurado rostro del preso.
— Apuesto a que ni siquiera te importaría mi existencia si no hubiera acabado con la vida del que fue— Los ataques de Déndeler se endurecían, hiriendo al visitante más que un millar de flechas. La sonrisa no se borraba de su rostro, y el noble cada vez estaba más furioso. Le temblaban los carrillos y se le tensaban los brazos.
— Maldito...— Susurró Téhor. El encarcelado continuó hablando, fustigando la furia de su visitante:
— Sí, yo maté a un hombre, a uno sólo... ¿Pero a cuántos mató él? ¿Cuántas mujeres? ¿Cuántos niños? ¡¿Cuántas personas sucumbieron ante él?!— La dureza de la verdad fortalecía las palabras del Sir recluso y salpicaban el alma del hombre que escuchaba. Éste estaba inmóvil, pero con el cuerpo tembloroso. Sus ojos tanto se hincaban en la faz de su rostro que parecían ausentes—. ¿Expansión de tierras? ¿Recuperar prestigio y honor invadiendo? ¿Paldath era superior a Kanderna y debía someterla? ¡Mentiras! ¡Patrañas! ¡¡Excusas!!— La voz de Déndeler se elevaba, retumbando en las paredes con la fuerza del trueno, mientras el noble escuchaba encogido ante la veracidad y el poder de lo que decía—. ¡¡Tu padre los mató a todos!! ¡Sus ejércitos, los del rey y los demás nobles asaltaron nuestras tierras! ¡Aniquilaron a nuestros soldados, mataron a hombres y niños, violaron a nuestras mujeres! ¡¡Actos atroces y bárbaros maquillados con falacias de honor y gloria!! ¡Tan sólo vinisteis a vertir un mar de sangre para arrebatarnos nuestras tierras y pertenencias, y someter a nuestro pueblo bajo vuestro yugo!— El preso calló un momento, jadeante, para dar más fortaleza a sus palabras con un leve silencio. Téhor empezaba a sudar copiosamente, sus sienes brillaban húmedas en la insuficiente luz—. ¡Y tu padre encabezo la invasión, mientras los demás miserables de la nobleza le prestaban a sus hombres y acomodaban su trasero en sus ostentosos castillos y palacios!
— Eso es...
— ¡Eso es cierto!— Le cortó el Déndeler—. ¡Tu habla vacilante y tu lengua mentirosa no hacen más que darle la razón a mis verdades!
El alto tono del preso, que reverberaba en las paredes no parecía oírse fuera de la celda. Ningún grito de él o del visitante habían alertado a los carceleros, así que el noble supuso que no los oirían donde estuviesen.
— Sí... tu padre hizo migajas mi país, y ahora sólo hay unos pocos rebeldes, dispersados por las tierras que nos pertenecían— Déndeler hablaba ahora en un tono normal, casi como contando un secreto—. Pero hizo algo nefasto. Sí, Olenon hizo algo nefasto para sí mismo:
» Al llegar el ejército invasor como una plaga de langostas, arrasando todo a su paso, a Sarlass, la capital, atacó personalmente a cada casa noble de la ciudad. En una de las familias de la nobleza menor, acabó con el padre, cabeza de la casa, su mujer, y uno de sus dos hijos. Su error fue dejarme vivo—. Déndeler se apoyó mejor en la pared de piedra, recostando la espalda y mirando a los ojos a Téhor. El noble apretaba la mandíbula y mostraba los dientes, que no se veían en la oscuridad. El encarcelado observó con tranquilidad como los músculos de éste temblaban, casi palpando su furia en el ambiente.
— Como te atreves...— Murmuró el visitante en un murmullo rugiente, luchando contra sí mismo por controlarse.
— Me imagino que la historia ya la conocías, y de hace mucho— Dijo el recluso, como si mantuviese un diálogo completamente normal—. Y sabías los verdaderos intereses de la guerra. Y las vilezas de tu padre y tus nobles, que a buen seguro compartís. Es algo insensato hacer un acto como invadir un país de una manera injusta, acabar con tantos inocentes y no esperar que los supervivientes buscarán venganza.
— ¡Como te atreves, maldito!— El noble comenzó a explotar, incapaz de sostenerse.— ¡Malnacido! ¡¡Era mi padre!!— Con un grito de odio, Téhor se abalanzó contra Déndaler. En apenas un instante cayó sobre él, y el hombre no pudo resistirse. El forcejeo del preso de nada valía, pues estaba débil y sin fuerzas. La ira brillaba en los ojos del visitante, y el rencor nadaba en su encendida sangre. La mirada tranquila, casi alentadora, esperanzada, del preso se encontró con la de su atacante, mientras las manos de éste encontraban su garganta y la oprimían con toda su fuerza.
Sobre el encarcelado, el noble se hallaba sentado en su vientre, mientras sus pulgares apretaban la nuez del huesudo cuello del hombre. Éste parecía no hacer acto de salvarse. Sus raquíticas manos parecían posarse en los fornidos antebrazos de Téhor. Las energías abandonaban al recluso, a la vez que el noble apretaba el mortal abrazo de sus manos. Sus pupilas iban perdiendo el brillo de la vida, mientras una mueca feroz lucía en el rostro de Téhor. Hasta que un último suspiro exhaló de los labios de Déndaler.
El visitante se levantó, mirándose las manos y la obra que había realizado. Caminó hacia atrás, chocando con la reja. “Qué he hecho...”, pensó, mirándose las palmas. Unos pasos a su espalda anunciaron la llegada del carcelero. ¡En Paldath el asesinato en superioridad de condiciones se castigaba con la muerte, fuese quien fuese el autor!
— ¿Aún está ahí tirado?— Preguntó al llegar el guardia, abriendo la puerta. Con un escueto “sí”, el noble Téhor pasó por su lado y caminó hacia la salida, con la antorcha del pasillo iluminando su sudoroso rostro.

LUIS GARCIA MONTERO EN LA FERIA DEL LIBRO



DOMINGO 6 DE JUNIO. FERIA DEL LIBRO

Hace un sol espléndido.La Feria del Libro está llena de paseantes con sus bolsas de papel donde guardan los libros adquiridos esta mañana. Puestos de helados y hombres vestidos de libro conforman lo que supone un domingo de la Feria. El Retiro está precioso y, además, corre un poquito de aire que hace la jornada muy apacible. Luis García Montero está firmando libros en la caseta nº 176.
Le debía una despedida. El día que estuvo en Seseña todo se hizo tan rápido...
Como siempre tiene cola en su caseta para poder hablar con él. NO ha hecho falta llegar porque nos ha reconocido en seguida. Se ha quitado las gafas, esas gafas que se desmontan separando los dos cristales, que tanto os sorprendieron. Entonces una sonrisa, un guiño, un saludo a los peques, un "me encantó estar con vosotros", una dedicatoria muy afectiva, un ofrecimiento para cualquier favor venidero... han hecho que el domingo brille con luz propia.
Las cámaras de televisión le estaban esperando. Él las ha atendido como quien se preocupa de un amigo que se acerca. La cola seguía creciendo... Una sonrisa y un apurar el helado mañanero nos han alejado de nuestro poeta. La llamada sorpresa de un amigo sorprendiéndonos en el lugar de encuentro convierten aún más el momento en poesía.

Los paseantes siguen a su ritmo. Se oye un violín a lo lejos y los niños ríen al ver un globo de Bob Esponja. Las gafas de sol esconden gratitud y tranquilidad.

La Feria está ahí llena de emoción. 2010 también se llenó de poesía. Gracias de nuevo Luis por todo.

sábado, 5 de junio de 2010

NOCHES DEL MES DE JUNIO



A Luis Cernuda

Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.

Eran las noches incurables
y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.

Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó
Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.

Jaime Gil de Biedma

martes, 1 de junio de 2010

NANAS DE LA CEBOLLA MIGUEL HERNÁNDEZ



Nanas de la cebolla
[Poema: Texto completo]
Miguel Hernández

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
 
Copyright 2009 PASEO EN VERSO . Powered by Blogger
Blogger Templates created by Deluxe Templates
Wordpress by Wpthemescreator