
La calle empedrada cubierta de arenilla me recuerda el peligro de la cuesta cuando las ruedas de la bicicleta recorren el pueblo. Ya tengo ubicados los baches y los esquivo. Sigo viendo la cuesta, y me sigue preocupando. No, ya no soy yo la de la bici. Es mi hija.
Marian ( verano de 2011, sin ir más lejos)
6 comentarios:
es un relato muy bonito, no hay nada mejor que tener siempre al lado la protección de una madre, son palabras que arropan, me ha gustado mucho.
Gracias por estar siempre ahí, Danilo.
Leí este relato por primera vez en una hoja de papel y me encantó. Leerlo ahora que termina el verano lo hace más real. Me sigue encantando.
Gracias siempre por esos momentillos de complicidad, Ana.
Y seguro que ahora ves más el peligro que cuando eras la ciclista
No lo dudes. Así es!
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