(POETA III)
Este es el soberbio,
el terrible,
el bohemio rebelde;
el que se desmarca de las normas,
el que primero escribe
y luego nunca
a los otros lee,
ni a grandes ni pequeños.
Que no mira las horas siquiera
porque sabe que nadie le espera,
que acaricia las lisas esferas
a falta de risas acompañantes.
Que no corrige sus obras creadas
porque, solitario, sabe que no hay quien se las critique;
que no plasma en ellas dedicatorias pensadas
porque, solitario, no tiene admirador destinatario
a quien se las dedique.
El que acude a actos y eventos
y escondido en las últimas filas
no se asombra ni se deja sorprender;
el que nunca aplaude y
el que escondido, aplausos tampoco busca;
que sin enterarse pero consciente
sin más en el olvido,
será, (y lo sabe), olvidado para siempre.
Saber que son los sucesos incuestionables:
los precisos, los de siempre.
Saber que siempre ha sido igual…
Son las marcas del soberbio,
del irremediable,
del bohemio rebelde.
Pero una cosa es más que cierta,
y es preciso que se cuente por respeto:
que era él el que se reinventaba a sí mismo,
que nunca cogió un pensamiento robado
porque aunque la misma idea, él sólo la descubrió
despreocupado por la lectura.
Sí, es preciso que se sepa,
que fue él
un bohemio rebelde,
un bohemio soñador…
tal vez, sin lucidez,
pero fue él
el bohemio poeta.
NOVELA DEL 36 AL 75
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